Los sentimientos de frustración, rabia, ira, tristeza, fracaso, incertidumbre, culpa, soledad y abandono emocional, baja autoestima, dudas y temores sobre el futuro inmediato, forman parte de la naturaleza humana en las distintas etapas evolutivas.
Es el sufrimiento y la desorientación vital lo que marca el punto de inflexión y motiva la petición de ayuda profesional.
Al contrario que en el caso de otras profesiones sanitarias, acudir al psicólogo continúa suponiendo una dificultad para la mayoría de nosotros. Ante el dolor físico nuestra respuesta es clara, acudimos sin tapujos a un centro médico. En cambio, toleramos y nos resistimos a pedir ayuda ante el sufrimiento psíquico, a pesar de que éste supone una merma significativa en la calidad de vida.
El objetivo de acudir a un psicólogo es poder compartir y aliviar el malestar, entender lo que nos ocurre y cómo hemos llegado a esa situación, buscar soluciones y aprender estrategias de afrontamiento. En definitiva, sentirnos mejor y poder elegir la vida que queremos vivir.
Problemas de comunicación, problemas de conducta, fracaso escolar, consumo de drogas, identidad sexual, trastornos de la conducta alimentaria (anorexia nerviosa, bulimia, trastorno por atracón), acoso escolar.
Ansiedad, fobias, depresión, obsesiones, problemas de alimentación, alteraciones en el sueño, disfunciones sexuales (trastorno del deseo sexual, eyaculación precoz, eyaculación retardada, vaginismo, dispareunia, anorgasmia), adicciones (alcohol, cannabis, cocaína, juego patológico, sexo) y problemas de pareja, estrés postraumático, estrés laboral.
Problemas de memoria, deterioro cognitivo, demencia. Sentimientos de inutilidad, sensación de abandono, depresión y ansiedad, procesos de duelo. Síndrome del cuidador.